En relación al caso del compañero Marín (Operador Digestores y Planta Química Huelva)
Nunca más cierto que ante un caso como el del artículo anterior, te embargan sensaciones frustrantes de desconcierto, pena, intranquilidad, acoso y total rechazo ante la injusticia premeditada.
Se siente una profunda desazón al comprobar que lo que temías que 'seguro' iba a pasar está pasando. Eran muchos los que tenían absolutamente claro que ante la política de la fábrica de 'unir' puestos de trabajo y responsabilidades nos iba a llevar al desastre, al estrés y al desconcierto y que las muy previsibles consecuencias de la mala organización la pagarían los mismos de siempre (aquellos a los que se les carga con más de lo que pueden).
Sin dejar esto al margen, ¿habrá reacción?, te están pinchando duro, muy duro, ya incluso sin sanción ni reproches te están pinchando duro en el día a día, turno a turno. A menos que estés parapléjico tienes que reaccionar, es lógico, es vital, es síntoma inequívoco de estar vivo.
Debe de haber una respuesta, en realidad siempre la hay, pero a diferencia de los animales, las personas pueden y deben recapacitar y comedir esa respuesta en virtud de su inteligencia y con esa virtud responder 'en su justa medida' a las agresiones de su entorno. Pero ¡ojo! como humanos, de tanto pensar y pensar, cometemos en muchas ocasiones el tremendo error de hacerlo tarde, muy tarde, a destiempo.
Tenemos que entender esto como un llamamiento a la responsabilidad, a la que tenemos en la defensa de los demás y de nosotros mismos, un llamamiento a la dignidad del trabajador, del compañero, de la persona, pero también un llamamiento a la racionalidad, a esa condición que nos diferencia de los animales y que nos exige actuar 'sabiamente', en su justa medida, midiendo las consecuencias que cada acción conlleva sin olvidar la justicia como fin de cada una de ellas.
Nunca más cierto que ante un caso como el del artículo anterior, te embargan sensaciones frustrantes de desconcierto, pena, intranquilidad, acoso y total rechazo ante la injusticia premeditada.
Se siente una profunda desazón al comprobar que lo que temías que 'seguro' iba a pasar está pasando. Eran muchos los que tenían absolutamente claro que ante la política de la fábrica de 'unir' puestos de trabajo y responsabilidades nos iba a llevar al desastre, al estrés y al desconcierto y que las muy previsibles consecuencias de la mala organización la pagarían los mismos de siempre (aquellos a los que se les carga con más de lo que pueden).
Sin dejar esto al margen, ¿habrá reacción?, te están pinchando duro, muy duro, ya incluso sin sanción ni reproches te están pinchando duro en el día a día, turno a turno. A menos que estés parapléjico tienes que reaccionar, es lógico, es vital, es síntoma inequívoco de estar vivo.
Debe de haber una respuesta, en realidad siempre la hay, pero a diferencia de los animales, las personas pueden y deben recapacitar y comedir esa respuesta en virtud de su inteligencia y con esa virtud responder 'en su justa medida' a las agresiones de su entorno. Pero ¡ojo! como humanos, de tanto pensar y pensar, cometemos en muchas ocasiones el tremendo error de hacerlo tarde, muy tarde, a destiempo.
Tenemos que entender esto como un llamamiento a la responsabilidad, a la que tenemos en la defensa de los demás y de nosotros mismos, un llamamiento a la dignidad del trabajador, del compañero, de la persona, pero también un llamamiento a la racionalidad, a esa condición que nos diferencia de los animales y que nos exige actuar 'sabiamente', en su justa medida, midiendo las consecuencias que cada acción conlleva sin olvidar la justicia como fin de cada una de ellas.
Artículo publicado en la Web del Comité por la Redacción Web el 18/10/10.