Los managers



Escribir un Post sobre Isidro y el Dóriga es una de las peores ideas que uno se puede plantear, ya que salieron de fábrica con pocos amigos y muchas heridas abiertas. Lo mejor que podríamos hacer sería, como siempre, comentar el tema frívolamente mientras nos tomamos un café y listo, pero como alguien dijo una vez, los caminos fáciles no llevan lejos, así que aquí va una pequeña reflexión, un llamemos homenaje a esas dos personas singulares, un tributo al quehacer de esos dos luchadores.
El otro día se presentó en la Facultad de Ciencias del Trabajo un libro sobre los 30 años de la UGT Andalucía, y el Decano de dicha facultad hizo una apología apasionante sobre la inconveniencia de lo políticamente correcto (lástima no haber tomado notas) en pocas palabras nos presentó la idea de que lo correcto nos lleva al inmovilismo, incapacitándonos para avanzar y obtener progresos significativos.  Por tanto, haciendo gala de lo aprendido, hoy seremos poco correctos y sin partir una lanza por nadie intentaremos hacer un poco de justicia (aunque mañana algunos nos busquen para apalearnos).
Nuevamente la maquinaria del Capital nos demuestra que su principio básico es el no remorse (sin remordimientos), de hecho no tiene sentimientos, no valora el pasado y sólo lleva las cuentas del mal.
Estos dos tipos llegaron a Huelva, llegaron con la clara intención de levantar y llevar a lo más alto a esta factoría, querían hacerla toda de inoxidable. Fomentaron a la cantera, los técnicos dejaron de venir de fuera y salían de las plantas, apostaron por unir a la plantilla en actos fuera de fábrica, celebraron algunos triunfos con todos. Mientras tuvieron la cartera llena fuimos creciendo, se hicieron muchas cosas, se redujeron los tiempos en los trabajos, se organizó el mantenimiento y aquí no sobraba nadie.
Apretar, apretaban los condenados, pero no cortaban huevos, exigían pero ellos eran los primeros en exigirse a sí mismos, no importaba la hora de la madrugada que fuera, si había un problema que amenazara la producción, allí estaba el Dóriga.
Después llegaron las vacas flacas, los escasos presupuestos, los recortes, la “economía de guerra”, mientras las exigencias de producción seguían aumentando. No tardaron mucho en resentirse las instalaciones, en bajar su rendimiento, no tardó mucho en pasar de apretar a machacar, el mal rollo y la presión se respiraba por doquier, teníamos los mantenimientos más baratos, teníamos las paradas más ridículas, teníamos los repuestos de peor calidad (si es que los teníamos) y todo eso se fue convirtiendo en caro (lo barato es caro decía mi abuela).
Estamos seguros que ellos no querían eso, no querían cambiar de inspectores preventivos cada 15 días porque al precio que los pagaban venía cualquiera menos un profesional, ellos no querían albañiles alineando motores.
Ignoramos si en Madrid nuestro gerente se colgaba medallas o suplicaba más fondos para mantener a flote el buque que se les estaba viniendo a pique (hay leyendas de todo tipo).
Poco ayudaron una huelga del metal en plena parada anual, un ERTE, una reestructuración y una parada de 8 días. Sólo sirvieron para desgastarnos a todos y agravar los problemas de unas instalaciones que cada vez eran más viejas.
La situación se fue enquistando hasta que se hizo insostenible, las relaciones se degradaron tanto que parecía que la única solución era colocar dinamita en mitad de la fábrica y empezar de nuevo. Como esto resultaba poco práctico y algo caro, se optó por un cambio de Dirección.
Ni santos ni demonios, quizás no supieron defender o exponer nuestra situación a los de arriba, quizás los de arriba no escuchaban, quizás no encontraron la manera de encarrilar el futuro de esta fábrica, quizás la presión les hizo cometer algunos errores, pero de lo que no nos cabe duda es que se dejaron la piel aquí, entre estos cuatro hierros, que pelearon para que esto siguiera adelante. Sea como fuere, ellos tenían la responsabilidad y así lo han pagado.
Lo correcto (para muchos) sería ponerles verdes ahora que están lejos, más que lejos, pero no lo vamos a hacer, ellos sí tenían y tienen un vínculo emocional con esta fábrica y eso, aunque la ENCE no lo vea, nosotros sí.
A Isidro y Joaquín, ahí va un saludo desde Huelva.