Vómitos sangrientos en la carretera,
pero quieres encontrar la hierbabuena,
No seas imbécil, te mereces algo mejor,
pero sin embargo esto es una canción de amor.
Fuentes llenas en sangre por las cañerías,
manchas negras rompen las paredes frías.
No seas imbécil, te mereces algo mejor,
pero sin embargo esto es una canción de amor.
pero quieres encontrar la hierbabuena,
No seas imbécil, te mereces algo mejor,
pero sin embargo esto es una canción de amor.
Fuentes llenas en sangre por las cañerías,
manchas negras rompen las paredes frías.
No seas imbécil, te mereces algo mejor,
pero sin embargo esto es una canción de amor.
No sé porqué cuando pienso en la vida que llevan algunos de nuestros técnicos se me viene a la cabeza esta cancioncilla ya olvidada que escuchaba de adolescente (“Una canción de amor” de Parabellum). No obstante la letra habla de lo mal que se puede llegar a pasar con las relaciones sentimentales y que aún así seguimos intentándolo.
El otro día un pequeño filósofo de fábrica me decía que es muy llamativo que en una empresa como la nuestra nadie quiera ascender. Da que pensar…
Supongo que un tío que se ha partido los codos estudiando, aspire a tener una vida laboral con ciertos privilegios. Que sus padres se sacrificaron en pagarle una carrera para que el niño tuviera un porvenir exitoso, para que pudiera vivir mejor que ellos, en definitiva, para que fuera feliz.
Hoy porque esto hay que levantarlo, ayer porque esto se nos hundía. El caso es que la esclavitud hace mucho que se erradicó de nuestro civilizado mundo (desgraciadamente sigue existiendo en otros). Sin vacaciones, sin horario, sin descanso, sin familia, sin tele, sin los partidos del Domingo, sin Dominó. Uno de ellos tuvo la desafortunada idea de calcular a cuanto salía su hora de trabajo, dividió su sueldo por las horas que echó ese mes y desde entonces envidia a los peones de servicios auxiliares.
La carga de trabajo es tan brutal, que deambulan en una nebulosa entre lo real y lo ficticio, entre tocar el suelo y la masa de números y papeles que tienen por encima de la cabeza. De vez en cuando, cada día, una buena patada en los huevos les recuerda el planeta en el que viven y son lúcidos por un rato.
Muchos ya se fueron, buscando una vida mejor, creo que la encontraron. El resto aquí sigue. Sólo espero que no acaben cogiendo moscas antes de que esto se arregle. “Hay mucho trabajo que hacer - me decía uno hoy - puede que lo consigamos”, benditas palabras llenas de esperanza. No obstante aquí estamos nosotros, los del mono azul, estamos acostumbrados a enmendar los errores de otros con nuestras manos, a trabajar duro, a aguantar las tormentas, ya tenemos la piel fría como si fuéramos lagartos y cuando nos faltan las fuerzas echamos mano a los cojones.
El seguir machacando a los cuatro técnicos que nos quedan puede que no sea el camino, hay que contar con la plantilla, dejar de echarle aceite hirviendo en los ojos y comenzar a darle valor.
No sabemos qué se ha conseguido con tantísima reunión desde hace meses o años, ¿tanto análisis nos ha llevado a otro punto del de partida?. Quisiéramos que los técnicos hicieran su trabajo, para lo que están, en lugar de preparar la Cuarta Guerra Púnica, que nosotros haremos el nuestro. Ya sabemos que lo que faltan son recursos, humanos y materiales.
El otro día un pequeño filósofo de fábrica me decía que es muy llamativo que en una empresa como la nuestra nadie quiera ascender. Da que pensar…
Supongo que un tío que se ha partido los codos estudiando, aspire a tener una vida laboral con ciertos privilegios. Que sus padres se sacrificaron en pagarle una carrera para que el niño tuviera un porvenir exitoso, para que pudiera vivir mejor que ellos, en definitiva, para que fuera feliz.
Hoy porque esto hay que levantarlo, ayer porque esto se nos hundía. El caso es que la esclavitud hace mucho que se erradicó de nuestro civilizado mundo (desgraciadamente sigue existiendo en otros). Sin vacaciones, sin horario, sin descanso, sin familia, sin tele, sin los partidos del Domingo, sin Dominó. Uno de ellos tuvo la desafortunada idea de calcular a cuanto salía su hora de trabajo, dividió su sueldo por las horas que echó ese mes y desde entonces envidia a los peones de servicios auxiliares.
La carga de trabajo es tan brutal, que deambulan en una nebulosa entre lo real y lo ficticio, entre tocar el suelo y la masa de números y papeles que tienen por encima de la cabeza. De vez en cuando, cada día, una buena patada en los huevos les recuerda el planeta en el que viven y son lúcidos por un rato.
Muchos ya se fueron, buscando una vida mejor, creo que la encontraron. El resto aquí sigue. Sólo espero que no acaben cogiendo moscas antes de que esto se arregle. “Hay mucho trabajo que hacer - me decía uno hoy - puede que lo consigamos”, benditas palabras llenas de esperanza. No obstante aquí estamos nosotros, los del mono azul, estamos acostumbrados a enmendar los errores de otros con nuestras manos, a trabajar duro, a aguantar las tormentas, ya tenemos la piel fría como si fuéramos lagartos y cuando nos faltan las fuerzas echamos mano a los cojones.
El seguir machacando a los cuatro técnicos que nos quedan puede que no sea el camino, hay que contar con la plantilla, dejar de echarle aceite hirviendo en los ojos y comenzar a darle valor.
No sabemos qué se ha conseguido con tantísima reunión desde hace meses o años, ¿tanto análisis nos ha llevado a otro punto del de partida?. Quisiéramos que los técnicos hicieran su trabajo, para lo que están, en lugar de preparar la Cuarta Guerra Púnica, que nosotros haremos el nuestro. Ya sabemos que lo que faltan son recursos, humanos y materiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario