Tiene siete puertas la caja de mi mollera.

"Tiene siete puertas la caja de mi mollera.
Me pierdo por dentro, salgo por la chimenea.
No tiene sentido subir para bajar corriendo.
Quiero dejar escrita la flor de mi sentimiento.
Pero hasta que yo no caiga al suelo
o no encuentres la razón,
mis problemas serán como cristales
si no tengo escogedor".


Señor Director:
Muchos somos los que en fábrica entendemos lo que está pasando, los super-jefazos desde sus despachos nos están machacando, que si los accionistas, que si la rentabilidad, que si la competitividad, que si el mercado, etcétera. Pero eso no hace que nos sintamos mejor y mucho menos nos va a motivar como para que reivindiquemos la fábrica como nuestra, peleemos por ella o hagamos gárgaras con Peróxido. Somos tan humanos y previsibles, que terminamos rebotando como si un frontón fuéramos y según llega la pelota, así sale.
Ni que decir tiene, que defiendo la profesionalidad y dedicación de todos mis compañeros, me consta que en su jornada hacen todo lo mejor que saben sus tareas, saben cuando hay que apretar y cuando se pueden tomar un café. Pero me temo que en los tiempos que corren eso no baste. Si no lo entiendo mal, usted pretende que nos ilusionemos con el proyecto de salvar la fábrica, de llevar a la cima a nuestra factoría, desafiando al paso del tiempo, la fatiga de los materiales, el reajuste de la plantilla, el recorte a los sueldos del 2010, la falta de presupuesto, el ir y venir de empresas de mantenimiento y la carga creciente de trabajo. Difícil podría ser la palabra, pero creo que imposible se acerca más. No obstante, algunos tenemos una debilidad ante las causas perdidas y siempre terminamos enganchándonos a ellas, quizás haya un lugar para la esperanza.
A ver cómo lo explico. Pienso que antes teníamos las cosas muy claras, digamos que teníamos valores. Todos teníamos muy claro lo que había que hacer: sacar la máxima producción, con la mejor calidad y con 0 accidentes (lo del medio ambiente no terminamos de creérnoslo del todo pero lo defendimos). Al menos las campañas del sistema de gestión y las mentalidades de las gentes de por aquellos entonces, consiguieron que cada uno se sintiera pieza básica del rompecabezas de la fábrica (bueno esto es un poco teórico, porque existían muchísimas excepciones, pero sigamos con la idea).
Llegamos los nuevos, los de la doble tabla, los de la generación de los inconformistas, gente joven muy preparada que rápidamente adopta los planteamientos de los viejos quemados y poco aprenden de sus virtudes y experiencia. Llegamos a la generación que nunca conoció hermanada a la plantilla, que va con el MP3 en el autobús sin cambiar palabra con nadie, que se partió los cuernos estudiando para ingeniero de la NASA y acabó en una planta oxidada y medio apuntalada, que en definitiva tiene la idea de que viene a trabajar sus ocho horas y pondrá sus manos y cerebro al servicio de la planta pero nada más, que su realización como persona la tiene de puertas para fuera, una vida repleta de obligaciones familiares o de aficiones varias.
Ninguno piensa que la vida que llevan es gracias a su sueldo, gracias al lugar donde trabajan y en definitiva gracias a la fábrica. A muchos viejos (y perdón por la palabra) les escucho hablar de la fábrica como la que les ha proporcionado la vida que tienen, los estudios de los hijos, el apartamento en la playa, y en definitiva, sienten gratitud. Hoy se tiene otro sentimiento.
El caso (y sin enrollarme demasiado), podríamos decir que nuestra relación empresa-trabajador, hoy por hoy, es una relación mercantil en su más estricto sentido, por lo que “tú me das mi salario, de tantos euros por tantas horas de trabajo” y aquí se termina todo, cuando suena la sirena de fin de jornada, adiós muy buenas.
Los estudiosos de la conducta humana, saben mucho sobre estas cosas (seguro que ya ha leído algo al respecto), los psicólogos y sociólogos y toda esa calaña de científicos del ser humano. Muchas importantes empresas van implantando ciertas técnicas cuya finalidad es la creación de lealtad entre sus empleados, haciendo que la gente desee elevar su nivel de flexibilidad, preocupación y disposición a echar una mano.
El truco está en las llamadas normas sociales, en dar valor al trabajo y función de cada trabajador. Hay que huir de la relación mercantil que tenemos y acercarnos a la social, y esto no es cuestión de dinero. Un policía, un bombero, un soldado no se juega el pellejo por el dinero que les pagan, se lo juegan por el orgullo de su profesión y su sentido del deber.
Pero supongo que esto ya lo sabe, así que vamos a ver cómo lo aplicamos a nuestro caso en concreto de la fábrica de Ence Huelva. “Es momento de mirar hacia el futuro”.
Para empezar habría que organizar reuniones de jefes con sus trabajadores y recopilar todas aquellas cosas que perjudican al trabajador, ya sabe, cuestiones de seguridad, tareas que no entiende, las mejoras que proponen, en fin, lo que te quema de tu trabajo. Reunir toda la información y darle forma, ir realizando pequeños cambios, que se note que el bienestar del trabajador le interesa a la empresa.
Habría que ir devolviendo a cada uno su responsabilidad, la toma de decisiones que todos hemos perdido, escuchar especialmente a los de las áreas antes (o al mismo tiempo) que a los jefes, el que está junto a la máquina puede y debe de tener siempre algo que decir.
Conozco un calvo con muy mala leche (esto lo digo cariñosamente), que es el tío más implicado que he conocido jamás, incluso cuando tenía el casco rojo, su condición no la va a perder, pero el andar luchando contra molinos de viento todo el día le produce sufrimiento. Conoce su trabajo muy bien, se deja el pellejo pero sus propuestas rara vez cuajan y termina realizando labores que no comparte ni entiende.
El problema radica en que la información y las normas vienen muy directas desde arriba, pero desde abajo hacia arriba no llegan, ni opiniones, ni ideas, ni argumentos, ni nada. Supongo que fruto del miedo que provoca una dirección que poco escucha, que a su vez estará muy presionada, pero que tiene paralizados a los jefes que son los nexos. Habría que correr el riesgo de dejar en manos de cada uno su responsabilidad y luego, si la caga, pedirle explicaciones. Estamos deseándolo.
Habría que retomar la importancia de las normas, dar importancia a la seguridad y a la calidad, que la gente vuelva a consultar las carpetas. Olvidarnos del todo vale que tenemos como astro rey.
En la medida de lo posible habría que conseguir cierta independencia desde Madrid, que no nos controlen tanto, digamos que nos den un voto de confianza, como un plazo y algunos medios para conseguir estos objetivos, nuestra superación. Lo ideal sería que nos diesen su apoyo, pero si no lo conseguimos, al menos su tregua. Tener un cierto margen de maniobra para que esta nueva filosofía pueda arraigar bien y empezar a dar sus frutos.
Como medidas de implicación deberían de haber reuniones de la dirección con los trabajadores de las secciones, trasladarles la realidad de la empresa en el actual contexto macro-económico, financiero, hablar del precio de la pasta, de las inversiones, de dinero, en fin, de que se sienta que los problemas no son sólo que no hay guantes del nº 9 en el almacén, o que el alumbrado en tal zona lleva varios días apagado y al encargado se la suda.
Pero lo más importante será la archi-comunicación, la voz de todos tiene que llegar a todos.
Podríamos sacar una publicación en la que se incluyeran entrevistas y curiosidades de la gente, así se hablaría de algo más que de lo mal que está todo, haría algo de más comunidad.

Pero bueno, vuelvo a exagerarlo todo. En la fábrica hay muchísima gente muy buena y muy entregada, que conste.

Lo peor de todo, la losa que tira todo por tierra, la falta de recursos de todo tipo, la falta de personal, la carga excesiva de trabajo (hay que reducir papeleo, la toma de lecturas horaria, procedimientos obsoletos…), la escasa formación previa a la nueva estructura.

Bueno, espero no haberle aburrido demasiado, aunque se me quedan mil cosas en el tintero.

Atentamente:
Sólo soy un más entre todos los peatones de la tierra.


Texto de cabecera: Los delincuentes/El sentimiento garrapatero que nos traen las flores/La caja de mi mollera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Das en el clavo chaval, con gente reflexiba como tu, tendrian mas cuidado los gobernantes de ENCE, como en todas las empresas antes llamadas nacionales, de riqueza de materias primas, sucesores directos de la dictadura, que en la transición a la democacracia se quedaron con el control de la riqueza del Pais, poder judicial etc...lo cual dura hasta nuestros días....como tu mismo puedes deducir por los hechos...mientras que dejaban que los politiquillos y su corte de bufones- enchufaos y pelotas se enriquecieran un poco para cabar su tumba y los sindicatos echan barriga...siendo correa de transmisión del que figura como gobierno...haciendo de juez y parte para tapar la boca a las reivindicaciones laborales como hemos podido ver en la ultima ERTE.

Anónimo dijo...

Espero que lo lea mucha gente. Que seguro se siente igual. Recojo el guante. ya sabes quien soy , salu2